Prabhāsvarā (Sánscrito) - 光明 (C. Guangming) (J. Kōmyō) (P. Pabhassara) (T. 'od gsal)
Literalmente significa resplandor, claridad radiante. En contextos budistas, suele referirse a la mente primordialmente luminosa (prabhāsvara-citta - 光明心).
En las tradiciones budistas designa la naturaleza intrínsecamente luminosa de la mente. Esta luminosidad no se refiere a una luz física, sino a una claridad consciente, pura y no condicionada, que está presente incluso en ausencia de pensamientos, emociones o percepciones sensoriales. En los textos del Mahayana y del budismo esotérico se enseña que esta cualidad luminosa es inseparable de la vacuidad (sunyata), formando juntos los dos aspectos del estado primordial de la mente: por un lado, su vacuidad abierta y sin forma; por otro, su claridad natural y espontánea, capaz de conocer y manifestar.
En la evolución de las enseñanzas budistas, se dice que la naturaleza de la mente es presentada de forma progresiva: primero como vacuidad en los textos del segundo giro de la rueda del Dharma (Madhyamaka), luego como luminosidad en los del tercer giro (Yogacara y Tathagatagarbha), y finalmente como la unión inseparable de vacuidad y luminosidad en las enseñanzas del Vajrayana o budismo tántrico. Esta unión es llamada “la base” (ground), entendida como la realidad primordial y atemporal desde la cual surge toda experiencia —tanto pura como impura—, ya que todos los fenómenos emergen desde la mente misma. Aunque en el discurso se puede hablar de vacuidad y luminosidad como aspectos distintos, en la realización directa se revela que son una sola realidad no-dual: la vacuidad es luminosa, y la luminosidad es vacía. Reconocer esta inseparabilidad es entrar en la vía más elevada del Dharma, donde se trascienden las dicotomías y se accede al estado inconcebible que es el origen, la sustancia y la disolución de todo lo que aparece1.
La luminosidad es el aspecto yang de la conciencia indiferenciada dentro del yin de la vacuidad. Es esa chispa de inteligencia creativa que toma la decisión de convertirse, activando el potencial infinito para crear un universo de forma, arraigado en lo sin forma2.
Desde la perspectiva de la experiencia contemplativa, esta luminosidad se reconoce directamente en la meditación profunda como ese “saber silencioso” que permanece cuando se disuelven los contenidos mentales. Es la presencia lúcida y despierta que no depende del yo ni del pensamiento, y que constituye la base de la conciencia no-dual.