La Medicina del Dao. Los distintos nombres de la Medicina China

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En los últimos siglos, y especialmente desde el siglo XX, el arte médico que se originó en la tradición milenaria china ha sido conocido bajo distintos nombres: Medicina Tradicional China (MTC), Medicina Clásica Oriental, Medicina China, e incluso Medicina Energética China. Cada una de estas denominaciones no es solo un término práctico, sino una puerta de entrada a distintas formas de entender, legitimar o transmitir este conocimiento ancestral. Los términos con los que la nombramos revelan, en el fondo, cómo la pensamos: como una tradición viva, como un legado histórico, como un sistema terapéutico o como una filosofía encarnada.

Esta pluralidad de nombres no es una cuestión meramente lingüística, sino que refleja las tensiones históricas, los diálogos interculturales y los diferentes enfoques en la transmisión y práctica de esta medicina. ¿Qué implica llamarla “tradicional”? ¿Qué se pierde o se gana al hablar de “clásica”? ¿Es correcto hablar de una medicina “china” cuando sus principios buscan resonar con lo universal? Explorar estas preguntas no solo nos ayuda a precisar términos, sino que nos invita a reflexionar sobre la identidad profunda de esta medicina: una forma de conocimiento que no se deja encerrar fácilmente en categorías modernas.

MTC. Medicina Tradicional China

El nombre MTC o Medicina Tradicional China (TMC, Traditional Chinese Medicine en inglés) es una denominación relativamente moderna. Para encontrar los orígenes de esta denominación nos tenemos que remontar a principios del siglo pasado. Tras la Revolución de 1911, que dio paso a la República de China (1912–1949), el país vivió una profunda crisis política, social y cultural. Dentro de este proceso, hubo un fuerte movimiento de modernización inspirado en Occidente. En este contexto, muchas élites chinas comenzaron a ver las tradiciones culturales, incluidas las médicas, como obsoletas o supersticiosas.

Inspirado por las ideas científicas occidentales y el racionalismo, muchos intelectuales promovieron la ciencia moderna y rechazaron las tradiciones chinas, entre ellas la medicina tradicional. Durante las décadas de 1920 y 1930, algunos sectores del gobierno republicano intentaron restringir o eliminar la práctica de la medicina tradicional china. Se propuso que los médicos de medicina china no pudieran ejercer si no tenían formación biomédica moderna, algunas escuelas de medicina tradicional fueron cerradas o transformadas en instituciones de medicina occidental y la medicina occidental fue promovida como la medicina “oficial”.

Aunque nunca llegó a haber una prohibición total a nivel nacional, pues la medicina tradicional sobrevivió sobre todo en las zonas rurales, la acupuntura, la herbolaria y otras prácticas tradicionales fueron marginadas en ciertos círculos académicos y gubernamentales.

Cuando el Partido Comunista tomó el poder en 1949, Mao Zedong se encontró con la necesidad de poder dar cobertura médica en una extensión de terreno enorme y una gran escasez de médicos formados en medicina occidental. Mao impulsó el uso de médicos tradicionales para cubrir zonas rurales, cambiando radicalmente el enfoque oficial. Se fundaron institutos oficiales de medicina tradicional y se promovió una síntesis entre medicina occidental y medicina china. Fue, en este ambiente de estandarización, donde surgió el termino MTC. 

Se creó un nuevo sistema de medicina basado en métodos tradicionales, pero alineado con los principios comunistas del racionalismo y el ateísmo. El resultado fue un sistema conocido como Medicina Tradicional China (MTC), un sistema que se codificó y se enseñó en las universidades, en lugar de seguir el método tradicional de aprendizaje de un maestro.

La Medicina Clásica en Japón

La acupuntura llegó a Japón a principios del siglo V con la gran afluencia de cultura y tecnología importada de China continental. La mayor parte del conocimiento médico de China llegó inicialmente de forma indirecta a través de Corea. Durante este período de formación del Estado japonés, oleadas de inmigrantes coreanos se asentaron en Japón, trayendo consigo diversos aspectos de la cultura china y coreana. Algunos de estos inmigrantes poseían conocimientos especializados de acupuntura y fitoterapia. 

En el siglo VI, se enviaron emisarios japoneses a Corea para invitar a hombres eruditos en diversos campos, incluida la medicina, a visitar Japón. Así, los eruditos coreanos llegaron para educar a los japoneses en acupuntura y fitoterapia. Algunos médicos coreanos permanecieron en Japón e iniciaron lo que se convertiría en una línea de médicos de renombre.

En sus primeros siglos, la práctica fue fiel al modelo clásico chino, especialmente al corpus del Huangdi Neijing, y estuvo en manos de eruditos y monjes médicos vinculados a la corte imperial. A lo largo del tiempo, sin embargo, la acupuntura en Japón comenzó a desarrollarse de forma autónoma, influida por las particularidades culturales locales, el idioma japonés y una sensibilidad médica diferente. Ya en el periodo Heian (794–1185), se empezaba a configurar un estilo japonés, aunque todavía muy dependiente de los textos chinos clásicos.

Durante el periodo Edo (1603–1868), la acupuntura floreció como práctica independiente y altamente especializada. Se formaron escuelas propias como la de Sugiyama Waichi, un acupuntor ciego que desarrolló técnicas innovadoras, como el uso del tubo guía (shinkan) para insertar las agujas con mayor suavidad—característica que hasta hoy distingue a la acupuntura japonesa. Este periodo vio también el auge de la transmisión oral, la adaptación de los textos a la lengua japonesa, y un enfoque clínico muy práctico centrado en el tacto y la palpación.

La Restauración Meiji en 1868 marco el final de la época feudal en Japón y la entrada de influencias extranjeras. Durante este periodo tuvo lugar una fuerte occidentalización del sistema médico japonés, la acupuntura fue marginada en favor de la medicina biomédica europea, aunque siguió practicándose en círculos más tradicionales y entre los acupuntores ciegos, quienes desempeñaron un papel crucial en su preservación.

En el Japón de principios del siglo XX, la acupuntura se practicaba cada vez más desde una perspectiva anatomofisiológica occidental, con énfasis en los puntos como estructuras nerviosas o musculares. Esto provocó una pérdida del enfoque energético y funcional tradicional tal como estaban descritos en textos clásicos como el Huangdi Neijing. En respuesta a esa pérdida de raíces, a partir de los años 1930-40, un grupo de acupuntores japoneses inició un retorno a los fundamentos clásicos, lo que dio origen a lo que hoy se conoce como Keiraku Chiryo o terapia de meridianos.

La terapia de meridianos no solo fue una reforma técnica, sino también una afirmación filosófica y cultural: buscaba preservar una forma de medicina que respetara el qi, la individualidad del paciente y una visión holística de cuerpo-mente-naturaleza.

La Medicina China en Occidente

La introducción de la Medicina China a Occidente fue un proceso gradual que comenzó con contactos esporádicos entre misioneros, comerciantes y diplomáticos desde el siglo XVI, pero no fue hasta el siglo XX cuando esta tradición médica empezó a estudiarse y practicarse con mayor profundidad fuera de Asia. Aunque hubo referencias tempranas en textos europeos, estos conocimientos solían estar fragmentados o mal interpretados desde una perspectiva occidental. Fue con figuras como el francés Georges Soulié de Morant —quien vivió en China a principios del siglo XX y publicó extensamente sobre acupuntura a partir de 1929— que se inició una transmisión más fiel y sistemática del pensamiento médico clásico chino en Europa.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, especialmente en los años 70, la Medicina China ganó terreno en Occidente en paralelo al interés creciente por las filosofías orientales, las terapias alternativas y una visión más holística del cuidado de la salud. Se fundaron escuelas, se tradujeron textos clásicos y comenzaron a integrarse prácticas como la acupuntura, la fitoterapia y el qi gong dentro de marcos terapéuticos modernos. Esta expansión, sin embargo, no fue homogénea: osciló entre intentos de integración biomédica y movimientos que buscaban preservar la integridad filosófica y energética del sistema tradicional.

En el mundo anglosajón, una de las figuras clave en la introducción y desarrollo de la acupuntura fue J.R. Worsley (1923–2003), especialmente por su labor en Inglaterra a partir de los años 1950. Formado inicialmente en quiropráctica y naturopatía, viajó a Asia donde estudió acupuntura tradicional, especialmente en Taiwán, Corea y Japón. A su regreso, fundó la primera escuela de acupuntura en el Reino Unido y se convirtió en el principal promotor de lo que denominó "Five Element Acupuncture" o Acupuntura de los Cinco Elementos.

Su enfoque se centró en la dimensión emocional, espiritual y energética del ser humano, y buscó revivir una forma de acupuntura profundamente enraizada en la observación de la naturaleza y los clásicos chinos. A diferencia de otros enfoques más orientados al diagnóstico sindrómico (como el sistema zang-fu), Worsley desarrolló un método centrado en la identificación del "elemento causante" (Causative Factor) —uno de los cinco elementos que, cuando está en desequilibrio, origina los síntomas físicos, mentales y emocionales del paciente. Su legado perdura a través de sus estudiantes y las escuelas que continúan transmitiendo su visión holística, profunda y personalista de la medicina china.

Tradición, ciencia y síntesis. Hacia un lenguaje común.

Cada escuela ha evolucionado según su contexto cultural, histórico y filosófico: desde el enfoque más fisiológico de la acupuntura moderna china (TCM o Medicina Tradicional China estandarizada en el siglo XX), hasta las corrientes más clásicas como la medicina basada en el Shang Han Lun, el neidan médico, la acupuntura japonesa de meridianos, la acupuntura de los cinco elementos de Worsley, o la medicina integrativa que busca tender puentes con la biomedicina contemporánea. Todas estas visiones comparten elementos esenciales, pero también presentan diferencias metodológicas, clínicas y filosóficas significativas.

El término “Medicina Tradicional China” (MTC), tal como fue formalizado en la segunda mitad del siglo XX —especialmente a partir de los años 50 bajo el gobierno comunista chino—, responde a una sistematización política y académica que buscó integrar las prácticas médicas antiguas dentro de un marco coherente, funcional y compatible con el modelo biomédico moderno. Esta “tradicionalización” fue en realidad una selección, depuración y reconfiguración del vasto corpus médico clásico, dejando de lado aspectos filosóficos, cosmológicos o espirituales que no encajaban con la visión materialista dominante.

Paradójicamente, llamar a esta versión “tradicional” puede inducir a pensar en un cuerpo fijo y cerrado de conocimientos, cuando en realidad el pensamiento médico chino clásico era profundamente dinámico, abierto al cambio, al refinamiento a través de la experiencia y al diálogo con la naturaleza y el Cielo. La noción de bianzheng lunzhi (tratamiento según el cambio de los patrones) es ya una prueba interna de esa fluidez. Así, lo que muchos consideran hoy “tradicional” en MTC puede estar más cerca de una reconstrucción moderna que de una continuidad viva con la tradición.

Por eso, para quienes buscan una conexión más profunda con los fundamentos filosóficos y cosmológicos originales —como el daoísmo, el neidan o las escuelas médicas anteriores a la estandarización—, es importante distinguir entre la MTC oficial y la medicina clásica china, más fiel al espíritu originario: mutable, contextual, y siempre en relación con el flujo del Dao.

Para referirme a este conjunto de tradiciones, suelo utilizar el término Medicina Clásica Oriental o, de forma más sencilla, Medicina China. Esta elección busca facilitar la comprensión sin perder de vista el respeto por las raíces culturales y filosóficas de las que proviene, rindiendo así un homenaje a los sabios pioneros que desarrollaron este arte a lo largo de los siglos.

 

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